29 septiembre, 2011

VIDEO: así se recuperan las catacumbas de la Catedral de Lima



Se hallaron 5 tumbas en mayo y se trabaja en acondicionarlas para la visita deturistas
Fuente el comercio


Una loseta de mármol se hundió y dejó al descubierto un secreto que muchos intuían. Allí, debajo del piso de la Capilla de la Virgen de la Candelaria, en la Catedral de Lima, había una escalera de ladrillos, con visos de un pequeño derrumbe, que descendía a un espacio más amplio, de techo abovedado y divisiones internas. Dentro de estas, reposaban las estructuras óseas de 70 hombres, mujeres y niños de una Lima que supo ser virreinal. Una catacumba a la vista ahora de todos.
El funerario hallazgo del 24 de mayo, hace cuatro meses, se condice con la fortuna y el azar, pero también con un proyecto varias veces postergado: la investigación y puesta en valor de los espacios sepulcrales en el templo mayor de la ciudad. Porque sabido es que el subsuelo de la Catedral, como el de muchos conventos, iglesias, hospicios y otros lugares sacros, fue utilizado para enterramientos –hasta que con la construcción del cementerio Presbítero Maestro, en 1808, se prohibieron–, pero no se sabe con exactitud dónde se encuentran.
“A través de la muerte se puede reconstruir la vida, la visión de cómo se comportaba el hombre”, se le escucha convencido y convincente a Fernando López Sánchez, director del Museo de Arte Religioso de la sede episcopal al hablar de este hallazgo.
“No se puede entender la historia del Perú y de Lima sin la Iglesia, no se puede negar su papel fundamental en la definición de las identidades locales”, añade detenido frente al ingreso de la cripta, que se muestra como una llamativa oquedad, antes de que bajemos a conocerla.
Los trabajos de registro, recuperación e inventario de los objetos y artefactos en el nicho se iniciaron el último 13 de junio. Muebles, esculturas de madera, marcos de cuadros, candelabros de metal y otros objetos carcomidos y en desuso estaban apiñados sobre los huesos colocados en cinco tumbas de ladrillo y calicanto rellenas con tierra. Y confundidos con los restos, evidencias de ataduras en los miembros inferiores, vestimentas (mortajas funerarias, hábitos, sudarios) y calzado de cuero.
Aunque todavía no se ha determinado una filiación cronológica, el arqueólogo Raúl Greenwich Centeno –encargado de la investigación– estima que el espacio se utilizó años posteriores al siglo XV hasta una fecha imprecisa. Probablemente –comenta– albergó a cófrades, benefactores, fieles y seguidores de la Virgen de la Candelaria. Y se entusiasma cuando refiere que, cruzando datos arqueológicos, antropológicos e históricos, se podría hasta identificar fidedignamente qué familias son las que ahí yacen.
CIRCUITO DE INTERÉS
“El objetivo de todo museo es sorprender y captar la atención del público con novedades, y parte de esa tarea es establecer subcircuitos. En este caso, la nueva veta de investigación que ofreceremos es una basada en la muerte”, refiere López Sánchez, mientras que Rubén Matzumura Miguita, administrador del Cabildo Metropolitano de la Catedral, asienta con la cabeza. Adelantan esperanzados que esos son los planes para fin de año, en el mejor de los casos, o entrado el primer semestre del 2012, si los recursos económicos fueran escasos.
El objetivo lo tienen claro: rescatar para el turismo este espacio bajo la Capilla de la Virgen de la Candelaria. Para ello se colocarán luces direccionadas y un sistema de espejos a fin de que los visitantes puedan observar huesos y tumbas sin tener contacto directo con ellos y evitar así su posible manipulación y mayor deterioro.
Mientras escuchamos las buenas intenciones, turistas se acercan curiosos con sus cámaras al ingreso del espacio mortuorio. Algunos se detienen unos minutos para oír la explicación. Otros preguntan si pueden bajar, al ver el movimiento y las lámparas encendidas dentro de la catacumba. Los guías aprovechan para ahondar en descripciones y varias cámaras de fotos entran en funcionamiento. Señales espontáneas e inequívocas del interés que podría tener este recorrido.
El fúnebre –mas no funesto– subcircuito incluiría el paso por la cripta deFrancisco Pizarro, el fundador de la Lima colonial; la capilla de Santa Ana, donde reposan los restos de Nicolás de Ribera El Viejo, primer alcalde de la urbe, de su esposa y descendientes; la Cripta Arzobispal, donde yacen cardenales y arzobispos; y la Capilla de la Asunción.
EL SIGUIENTE DESCENSO
La cripta funeraria a la que sí podrán bajar los visitantes es una más grande, de tres bóvedas y 18 cubículos, donde en marzo del 2003 se hallaron los huesos de 110 personas, según la contabilidad de fémures que se hizo. Los ambientes habían sido perturbados, muchos huesos aparecieron amontonados en los costados, al pie de los muros, y abundante basura demostraban la desatención que con los años colmó el lugar.
El acceso a este espacio, ubicado en la nave lateral derecha de la Catedral, era inicialmente por un túnel que se abrió a picota y pala por debajo de la Capilla de las Ánimas; sin embargo, ya han quedado limpios los ingresos originales a la altura de la Capilla de la Asunción, donde se han colocado rejillas para evitar –por ahora– entradas sin permiso.
El arqueólogo Greenwich hace un ensayo de futurología cuando adelanta que aquí se colocarán barandas de metal y pisos de vidrio de gran grosor para que el público camine en medio de las tumbas y sobre ellas. Además, se harán escenificaciones para recrear los entierros de antaño, personajes de época y más. Recursos museográficos para que se entienda cómo era concebida la muerte. Eso sí, la entrada se hará en pequeños grupos, dada la estrechez del espacio.
En el recorrido advertimos que la segunda bóveda de esta cripta se encuentra bajo el atrio de la Catedral, y que la tercera es en realidad una gran fosa de unos 6 metros de profundidad, posiblemente una estructura antisísmica, que se hunde por debajo de la pista del jirón Huallaga.
Entonces hacemos mención a la atmósfera, a lo tétrico que puede ser el ambiente para algunos. “Sí, hasta nos han llamado de un programa de TV, uno en el que persiguen fantasmas, pero no es la clase de imagen que queremos proyectar”, refieren los anfitriones. Y no les falta razón, porque morbo es lo menos que hemos encontrado en estos largos minutos de subterránea peregrinación.

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