25 agosto, 2009

Alameda de los Descalzos: La historia que no quiere ser historia

Los siglos, el desinterés y la falta de valoración no han podido tumbar del todo al rincón más cargado de memoria del Rímac. Un nuevo plan para recuperarlo se esculpe

Por: Luis Silva Nole Fuente : El Comercio

Mientras camina, la señora Lidia Dioses Távara, bajopontina de siempre, luce ida, perdida. Como abstraída o capturada en otro tiempo. No mira las maltratadas esculturas que sobreviven como pueden en la Alameda de los Descalzos. Pasa de frente. No quiere ver la realidad de este espacio insignia del distrito del Rímac, de Lima y del Perú, que, paradójicamente, da vergüenza.

Prefiere recordar mejores épocas con el permiso de sus canas. Ver en su memoria a los niños jugar sobre el césped, alrededor de flores y árboles, entre las estatuas limpias. Imaginar que pide la hora a un joven caballero, al costado de un romántico e intacto farol, sin temor a que algún ladrón arremeta por el reloj y luego fugue por entre las heridas de la vieja verja, canibalizada por otros depredadores.

La alameda que construyó en 1611 el virrey Juan de Mendoza y Luna, más conocido como Marqués de Montesclaros, y que fue escenario del paso coqueto y garboso de las tapadas limeñas del siglo XVIII, más que pasiones de amores furtivos y de los otros, despierta hoy miedos y tristezas.

Ninguna de las 12 preciosas esculturas de mármol que en 1856 fueron traídas de Italia por orden de Ramón Castilla y que representan a los signos del zodíaco se ha salvado de aquellos que creen que pintarrajearlas los hace bacanes del barrio. Acá el graffiti está más cerca del desastre que del arte urbano. Las bancas de mármol, también encargadas por el Gran Mariscal, ahora solo se pueden ver en fotos de archivo.

Eso no es todo. La verja de hierro forjado importada de Inglaterra, también por Castilla, presenta aberturas por las que más de noche que de día drogadictos ingresan para hacer de las suyas en el paseo al que el virrey Manuel de Amat y Juniet sacó lustre y mejoró en 1770 para su adorada Perricholi.

“Antes esto era bello. Ahora no hay bancas, todas se las han robado. A los pocos turistas que vienen también les roban. Da pena ver cómo han mutilado algunas de las esculturas y cómo la gente bota basura. Muchas veces la Municipalidad del Rímac dijo que iba a remodelar la alameda, pero nunca cumplió”. Lidia vuelve de sus adentros solo para espetar su cólera mientras la flanquean faroles destartalados, en medio del paseo peatonal central que luce descarados huecos.

Decenas de envoltorios de droga regadas en el pasto mal cuidado, donde perros callejeros se despulgan y dejan malolientes recuerdos, completan el triste cuadro.

Pero hay quienes creen, como Cecilia Bákula, directora del Instituto Nacional de Cultura (INC), que no todo está perdido para este patrimonio cultural rodeado de históricos templos católicos y que fue tan querido por Chabuca Granda. “La Lima moderna ha vivido de espaldas al río Rímac. Eso debe cambiar. La alameda es historia viva, un paciente enfermo, pero no terminal. Yo creo en el nuevo proyecto”, dice la funcionaria, autoridad en historia del arte.

Se refiere al plan del INC, el Concejo del Rímac y el Ministerio de Vivienda, y en el que se invertirán unos S/.7 millones para resanar las esculturas, colocar las bancas, arreglar los faroles, remozar la verja, rehabilitar la pileta y mejorar el paseo peatonal y el bello pórtico.

“Las obras comenzarían a principios del 2010 y durarían un año. Se rehabilitarán las pistas y veredas que rodean la alameda, aparte del adoquinado de algunos sectores de los jirones adyacentes que el municipio ya llevó a cabo”, explica Janette Alva, gerenta de Desarrollo Urbano del Rímac, quien prometió vigilancia de serenos las 24 horas para cuando las obras terminen. Ver para creer.

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